Las fotografías íntimas del mejor ajedrecista de la historia

  • Publican un libro con las numerosas fotos de Bobby Fischer que hizo su amigo Harry Benson, de la revista 'Life'.
  • Muestran al gran maestro en su mejor momento y muchas son inéditas.
  • Se centran en el camino hacia el título mundial y el 'campeonato del siglo' de 1972 en Islandia cuando derrotó al ruso Boris Spassky.
Durante su retiro en el complejo de Gossinger para preparar el Campeonato Mundial de 1972, Bobby Fischer nada a diario
Durante su retiro en el complejo de Gossinger para preparar el Campeonato Mundial de 1972, Bobby Fischer nada a diario
© Harry Benson - powerHouse Books
Durante su retiro en el complejo de Gossinger para preparar el Campeonato Mundial de 1972, Bobby Fischer nada a diario

Viendo las fotos del libro sobre Bobby Fischer (1943-2008) de su amigo el fotógrafo Harry Benson, el único al que el mejor ajedrecista de la historia permitió acercarse a su intimidad, es difícil imaginar a la persona maniática, paranoica y de trato difícil que fue el gran maestro estadounidense. Las imágenes le muestran como un tipo simpático, amante de la improvisación, los animales y los niños y deseoso de sacarse de encima la insoportable presión mediática que sufría.

El libro, titulado Bobby Fischer y editado por powerHouse Books, reune por primera vez las muchas imágenes de Benson durante el camino hacia el título mundial de Fischer y la conquista de éste, en 1972, en Islandia, en el 'campeonato del siglo' contra el ruso Boris Spassky, uno de los eventos deportivos más espectaculares del siglo XX.

Gran parte de las fotos son inéditas o muy poco conocidas.

El libro no pretende ser una foto-biografía de Fischer. No hay, por ejemplo, ni una sola imagen de su niñez y juventud (a los 14 años el jugador había ganado el campeonato de los EE.UU. y un año más tarde se convertía en el gran maestro más joven de la historia y en aspirante al Campeonato Mundial).

Años de esplendor

Las fotos de Benson -un reputado reportero inglés que había trabajado para Life, Vanity Fair y The New Yorker y había cubierto la primera gira estadounidense de los Beatles- se centran en los años de máximo esplendor de Fischer, de 1971 a 1972.

El primer bloque pertenece a la final del torneo de candidatos, cuando Fischer derrotó en Buenos Aires (Argentina) al ex campeón mundial Tigrán Petrosián. Aunque las partidas fueron intensas, el estadounidense aplastó al soviético (el tanteo del campeonato fue de 6,5 a 2,5) y se ganó el derecho a disputar la corona mundial a Spassky.

Benson, que se hospedó en el mismo hotel de Buenos Aires donde estaba alojado Fischer, recuerda la simpatía y el ánimo juguetón del gran maestro, que paseaba por los parques y enseñaba a jugar a niños mostrando una infinita paciencia. "Se entendía con los niños y los animales mucho mejor que con los adultos", recuerda el reportero.

La segunda parte del libro de fotos retrata el retiro de Fischer en el complejo de Gossinger, en los montes Catskill del estado de Nueva York, donde preparó el campeonato mundial. Convencido de que la buena forma física es tan necesaria como la mental, el ajedrecista practicaba boxeo, natación y gimnasio como rutina diaria.  Benson recuerda que solía decir: "Tengo que estar preparado. Tengo que estar fuerte. Los rusos son muy agresivos, pero no podrán conmigo. Nunca".

Finalmente, el libro incluye un completo reportaje sobre la disputa del Campeonato Mundial, que se celebró en Reikiavik, la capital de Islandia, entre junio y septiembre de 1972. Además de imágenes de los tensos juegos, que fueron presentados como una prolongación de la Guerra Fría entre los dos grandes bloques, Benson volvió a interesarse por el lado menos público de Fischer, con quien se fugó en varias ocasiones, eludiendo a los centenares de periodistas acreditados, para jugar a los bolos.

No contestó la llamada de Kissinger

El triunfo de Fischer, que había perdido las dos primeras partidas, la segunda por no presentarse, pero luego apabulló a Spassky desde la quinta (el tanteo fue de 7 juegos contra 3 y 11 tablas), tuvo tanta repercusión que el entonces secretario de Estado de los EE UU, Henry Kissinger llamó al jugador para felicitarle, pero, como recuerda Benson, Fischer se negó a contestar la llamada.

Para el fotógrafo, Fischer fue "la más fascinante y compleja persona" que ha retratado. Le recuerda dotado de una "sonrisa contagiosa", capaz de gastar bromas y de aceptar de buen grado que se las hiciesen y, sobre todo, entregado al ajedrez hasta tal punto que dormía con un tablero al lado de la cama porque quería estar seguro de poder reproducir cualquier jugada que se le ocurriese durante el sueño.

El libro no muestra el devenir triste y errático del magnético jugador: su aislamiento, paranoia, retiro, intentos fallidos de regreso, vinculación a una secta religiosa, evasión de impuestos, antisemitismo (admiraba a Hitler) y locura (se quitó todos los empastes de la boca porque no quería tener "nada artificial en la cabeza").

Mostrar comentarios

Códigos Descuento